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LA MIRADA DEL OTRO

Esther Freixa




¿Por qué no reís? Es una comedia, ¡reíd! Pero es nuestra imagen la que se refleja en el espejo y duele demasiado. Es un fragmento de su obra Medea (a la carta), un proyecto pensado para que el público forme parte de la obra más allá de su representación. La ilusión de que el teatro siga vivo una vez caído el telón es aquí real porque con Esther Freixa ese telón no existe. Ella está entre nosotros y nos reta a preguntarnos por qué jugamos nuestro papel de público con pasividad y, probablemente, una confortable alevosía.

Esther Freixa no ha cesado de investigar en el lenguaje escénico desde que se licenció en el Institut del Teatre de Catalunya. De ahí, ha recorrido Europa experimentando la vida y el teatro como una misma cosa. Berlín, Ámsterdam y, de nuevo, Barcelona. Aunque probablemente todo empezó mucho antes, en el principio de sus preguntas. Medea (a la carta) es una obra en cuatro piezas que ella combina según su momento vital. Son piezas en constante evolución que se alimentan de su experiencia directa con el público en el escenario y tras él, creando un diálogo vivo con los espectadores. Su representación se ha llevado a casas particulares, centros cívicos y ahora al Antic Teatre de Barcelona. Siempre para un grupo entorno a quince personas. La masa diluiría la experiencia porque nos refugia.

El duelo entre el deseo y el miedo, entre la apariencia y la esencia, entre la convención y la naturaleza, es doliente y mezquino. Un abismo tan grande que nos lleva a vivir en una cárcel en la que somos víctimas y verdugos al mismo tiempo. Esther utiliza el mito de Medea para enfrentarnos a todo el dolor que llevamos dentro. Como cantó Ovidi Montllor, ese líquido marrón verdoso que nos envuelve y que vive en nuestras entrañas. Y en verdad, la experiencia que ella nos plantea no tiene tregua. No provoca, te reta, porque una vez allí sentado estás solo ante tus propias preguntas. Y la soledad es el único espejo verdadero.


Sus silencios son espacios en los que las preguntas afloran, sus gestos elegantes, de una estética minimalista preciosa, y sus expresiones de dolor a un palmo del espectador, mostrando su desnudez de cuerpo y alma, a veces explícita y otras de vestido rojo celebrando la existencia, son la vida aguardando en el cajón de la sociedad. Allí se asfixia normalmente indiferente. Esther Freixa le da aire y mucho más.





Texto de Juan Carlos Romero
Video por Antic Teatre BCN