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THEO ANGELOPOULOS

Un tiempo sin dimensiones






El escultor vasco Eduardo Chillada comparó un instante con el punto geométrico. La idea consiste en que un punto en el espacio no tiene dimensiones, no es posible medirlo, no tiene pues ni ancho, ni largo, ni grosor o volumen alguno. Lo mismo ocurre con un instante. ¿Cuánto dura un instante?. El espacio y el tiempo son dos de las dimensiones que percibimos en nuestra consciencia vital y, sin embargo, no podemos medir sus dos expresiones mínimas: el punto y el instante. Tal contradicción, decía Chillida, va ligada al concepto de eternidad, pues tampoco tiene dimensión alguna, de manera que el instante y la eternidad podrían ser perfectamente equiparables. Un instante es eterno al igual que un punto es ilimitado.

Mi primera experiencia con la filmografía del director griego Theo Angelopoulos fue con La eternidad y un día (Mia aiwniothta kai mia mera, 1998) y su reciente muerte en trágicas circunstancias me ha llevado de nuevo a aquél punto de partida, siempre eterno. Thódoros Angelópoulos nació en Atenas en 1935 y llegó a convertirse en un referente del cine europeo de los últimos cincuenta años, especialmente a partir de la década de los setenta con la película El viaje de los comediantes (O Thiassos, 1975). Su obra hace de la filmación pausada, muchas veces carente de sonido alguno, todo un ejercicio poético visual, pero también de películas de crítica social y política. Títulos como Paisaje en la niebla (Topio stin Omichli, 1988) o La mirada de Ulises (To Vlemma tou Odyssea, 1995) son claro ejemplo de las dos vertientes de su creatividad, la primera política y la segunda metafórica y simbólica. Fue palma de oro en el Festival de Cannes de 1998 precisamente con la película que me lo descubrió y ahora estaba trabajando en la tercera parte de una trilogía sobre la historia griega. El otro mar iba a tratar sobre la crisis económica en su país pero un policía acabó con su vida a los 76 años cuando lo atropelló con su moto mientas él cruzaba caminando una calle del barrio de Kératsini, en Atenas.

Fue víctima del golpe militar en Grecia en 1967 cuando cerraron el periódico donde trabajaba como crítico de cine después de abandonar su carrera de abogado y licenciarse en literatura en París. Trabajó como periodista hasta que los militares le impidieron hacerlo. Entonces se volcó en el cine y labró una carrera de huella muy personal que aparece como un punto sin dimensiones en la historia del cine, un punto eterno y pausado, crítico y poético, llamado a despertarnos de la resignación.

Texto de Juan Carlos Romero
Foto cortesía de Intermedio. Todos los derechos reservados