Un tiempo sin dimensiones
Fue víctima del golpe
militar en Grecia en 1967 cuando cerraron el periódico donde trabajaba como
crítico de cine después de abandonar su carrera de abogado y licenciarse en
literatura en París. Trabajó como periodista hasta que los militares le
impidieron hacerlo. Entonces se volcó en el cine y labró una carrera de huella
muy personal que aparece como un punto sin dimensiones en la historia del cine,
un punto eterno y pausado, crítico y poético, llamado a despertarnos de la resignación.
El escultor vasco Eduardo
Chillada comparó un instante con el punto geométrico. La idea consiste en que
un punto en el espacio no tiene dimensiones, no es posible medirlo, no tiene
pues ni ancho, ni largo, ni grosor o volumen alguno. Lo mismo ocurre con un
instante. ¿Cuánto dura un instante?. El espacio y el tiempo son dos de las
dimensiones que percibimos en nuestra consciencia vital y, sin embargo, no
podemos medir sus dos expresiones mínimas: el punto y el instante. Tal
contradicción, decía Chillida, va ligada al concepto de eternidad, pues tampoco
tiene dimensión alguna, de manera que el instante y la eternidad podrían ser
perfectamente equiparables. Un instante es eterno al igual que un punto es
ilimitado.
Mi primera experiencia con la
filmografía del director griego Theo Angelopoulos fue con La eternidad y un día (Mia aiwniothta kai mia mera, 1998) y
su reciente muerte en trágicas circunstancias me ha llevado de nuevo a aquél
punto de partida, siempre eterno. Thódoros Angelópoulos nació en Atenas en 1935
y llegó a convertirse en un referente del cine europeo de los últimos cincuenta
años, especialmente a partir de la década de los setenta con la película El
viaje de los comediantes (O Thiassos, 1975). Su obra hace de la
filmación pausada, muchas veces carente de sonido alguno, todo un ejercicio
poético visual, pero también de películas de crítica social y política. Títulos
como Paisaje en la niebla (Topio stin Omichli, 1988) o La mirada de Ulises (To Vlemma tou
Odyssea, 1995) son claro ejemplo de las dos vertientes de su creatividad,
la primera política y la segunda metafórica y simbólica. Fue palma de oro en el
Festival de Cannes de 1998 precisamente con la película que me lo descubrió y
ahora estaba trabajando en la tercera parte de una trilogía sobre la historia
griega. El otro mar iba a tratar
sobre la crisis económica en su país pero un policía acabó con su vida a los 76
años cuando lo atropelló con su moto mientas él cruzaba caminando una calle del
barrio de Kératsini, en Atenas.
Texto de Juan Carlos Romero
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