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ÁNGELES BLANCAS

Cuando el tiempo no existe


Vec Makropulos/ La Fenice-Venezia. Foto de William Corró 



Son las cinco de la tarde de una primavera radiante en Barcelona. Me dirijo a un café de la plaza Francesc Macià para entrevistar a la soprano Ángeles Blancas. El recuerdo de la primera vez que disfruté de su arte en directo me ronda continuamente estos días. Fue en el Gran Teatre del Liceu interpretando a Donna Anna en la ópera Don Giovanni de Mozart bajo la producción del siempre brillante Calixto Bieito. Más tarde sería en el concierto Me llaman la primorosa donde repasó algunas piezas del mundo de la zarzuela en el Palau de la Música. Barcelona, Madrid, Londres, Venecia, Buenos Aires, Nueva York…su carrera internacional dibuja un camino presente y futuro profundo, apasionado y con una voluntad cada vez más contemporánea y arriesgada. Su reciente y extraordinario éxito de público en la Fenice de Venecia interpretando a Emilia Marty en la ópera Věc Makropulos de Leoš Janáček con la dirección escénica de Robert Carsen y la musical de Gabriele Ferro, ha ido acompañado de un largo aplauso a su talento por parte de la crítica. Debutó en un concierto con Plácido Domingo y ha sido elogiada por directores de escena como el mismo Bieito y de orquesta como Nello Santi o Marco Armiliato. Amante de la interpretación y la creatividad, se muestra libre, sin temor a expresar sus pensamientos, sus sueños y sus empeños en luchar por una manera de entender la vida alimentada en la pasión, un regalo maravilloso, como lo es disfrutar de su talento y de su conversación.

¿Cuáles son tus ángeles?

Mis grandes amigos. Tengo grandes amigos.

Y siguiendo con tu nombre, ¿qué representa el blanco para ti?

Limpieza, pureza. Pero también es ausencia, ausencia de color. Quizás una puerta abierta a la imaginación.

Tus padres eran músicos.

Cantantes de ópera los dos.

¿Y de niña cómo viviste la música?

Como una cosa muy natural. Como una profesión vivida con mucha pasión y que hay que currarse mucho. Vivida con mucha verdad.

¿Sientes la música como una parte de ti o como un medio de expresión?

Las dos cosas. Tengo mis hobbies que son la pintura y la escultura. Pero la música, la voz, la unión de voz e interpretación, se han convertido en mi medio de transmisión. Con ellas puedo contar historias que es lo importante para mí.

¿La música es entonces con lo que te sientes más libre?

Con la interpretación en el escenario. La música es el vehículo. Tengo la suerte de poder expresar las cosas con una poesía distinta cada vez.

La última obra que has representado es Věc Makropulos de Leoš Janáček la cual era originalmente una obra de teatro.

Sí, escrita por Karel Čapek a principios del siglo XX. Janáček compuso la música y escribió el libreto siendo muy fiel a la obra de teatro original.

Sus características teatrales  te han permitido compaginar tus facetas de intérprete y cantante.

Sí. Esta es la suerte del repertorio del siglo XX especialmente en los años cincuenta y sesenta, en los que hay una gran compenetración entre el texto dramatúrgico y la música.

¿Alguna vez te has planteado desarrollar tu faceta de actriz?

En cierto modo lo soy. Yo seguiré en la música hasta que me canse de andar por estos mundos de dios. Me gustaría tener alguna experiencia como actriz de prosa y con algún director de escena he hablado de ello. No sé si se concretará pero es un mundo totalmente distinto.

Me comentabas que también trabajas la pintura y la escultura. ¿Qué te aportan?

Me dan libertad porque soy yo misma. Yo decido mis límites o no. En la ópera tengo el director de escena y el director de orquesta, es una construcción muy grande con una gran sinergia que te limita por un lado u otro. En la pintura y en la escultura no es así.

Makropulos se ha representado en la Fenice de Venecia siendo un gran éxito de crítica la cual ha alabado especialmente tu trabajo.

Sí pero es el trabajo de todos porque es una gran compañía sobre el escenario, lo cual no se da siempre, tanto los actores como los músicos y cantantes eran muy buenos. Y entonces creces, no eres tú solo. Yo interpreto a Emilia Marty que es la protagonista pero necesitas de todos porque tú les das a ellos y ellos a ti. Esta es la razón del éxito. Y además con mi amigo Enric Martínez-Castignani como compañero de escena. ¡Dos españoles en Italia ha sido muy divertido!

Llevas veinte años en escena, ¿cuál es tu balance?

Pues la vida misma. Llena de cosas magníficas, tremendas, de dolor y alegría. Ilusión no estúpida, ilusión inteligente por la vida, ilusión de búsqueda. Un corazón activo, que camina, que se equivoca y se recupera. Eso es la vida. Son veinte años en un día, como si no hubieran pasado. Años de una gran evolución y sigo ahí al pie del cañón, a pesar de… pero es que todo es así.

¿Y ha habido muchos a pesar de?

Sí, claro, y los hay. Esto no es un paseo de rosas. El cantante de ópera no es una profesión divina sino muy humana, muy mundana, casi infernal. Pero con instantes en el escenario que son impagables.

Pero desde el punto de vista del público sí se tiene esa visión divina de los cantantes de ópera, la figura de la diva.

Sí.Y las hay. Pero creo que es algo pasado de moda.

Ahora quizás se lleva más una estética cercana a la música pop.

Sí, tiene ese punto mediático. Y tras ella hay que ver si hay de verdad una sustancia artística auténtica. Pero lo mediático es lo que mueve el mundo en general.

¿El arte está demasiado al servicio del mercado?

Sí,  el artista hoy en día es muy conformista. Yo daría mucha más caña y además tenemos campo para darla. El artista debiera llevar esa antorcha. No sé si el problema es sobrevivir pero en este mundo la cultura está a unos niveles muy bajos aunque por otro lado hay artistas conceptuales que crean auténticas maravillas, con lo que es una situación muy dispar.

¿Y eres optimista respecto a la evolución del mundo del arte?

Habría que hablar de muchas cosas. Soy siempre optimista respecto al arte porque evoluciona, absorbe, rechaza, es algo simbiótico que puede desaparecer y después crecer. Forma parte absolutamente íntegra del ser humano. Estamos viviendo una época socio-política tremenda y creo en el arte. Hay un sustrato de enormes talentos y en ellos creo, pero la política está ahí presionando con sus gustos y sus calidades y cualidades, lo cual es muchas veces mediocre, falto de imaginación, de iniciativa, de tensión, con miedo a equivocarse. Pienso constantemente en el arte a principios del siglo veinte cuando había esa comunicación entre artistas, filósofos… Hoy en día es distinto, pero están, más en la sombra, trabajando de una manera más íntima. Hay que mover a la gente y por ello hay que hacer salir el arte a la calle. El público necesita de ello.

Emilia Marty reúne dos temas que podrían estar escritos para estos tiempos: la eterna juventud y las manipulaciones humanas. Sin embargo es una obra que no se representa mucho.

Es una obra muy complicada. Se requieren artistas muy preparados y además también va por modas. Ahora la están retomando grandes directores de escena y se empieza a representar más. Tiene una música maravillosa y es de gran interés por su mensaje, la importancia que tiene la vida por lo corta, valiosa e intensa que es, y sin embargo la gente la deja pasar de una manera tonta como si fuera un vaso de agua. En todo lado pesimista hay una cara de la moneda y hay que saber darle la vuelta para sacar fuerza. Hoy en día más que nunca. Es cierto que en la calle y en la televisión hay cosas horrendas y con mucha audiencia. Pero también mucho público llenó las cinco sesiones de Makropulos. Esa es la prueba de que si se plantea algo interesante al público, sea de la condición que sea, la gente piensa y se sorprende. Así que hay esperanza.

La primera vez que te vi en directo fue en el Liceu representado Don Giovanni de Mozart en una producción de Calixto Bieito muy arriesgada.  ¿Al escoger las producciones te interesa más la dirección escénica o la musical?

La escénica porque es mi fuerza. No es que la música no lo sea pero necesito que la dirección escénica esté a la altura de lo que yo siento en mi cabeza y que sea potente. Potencia, realidad. Porque la música está escrita en la partitura y cuando más fondo eres en la observancia de la música, mejor. Y si hay que crear una dicotomía expresiva, mejor. Calixto es una persona muy inteligente, de gran sentido del humor, muy potente, muy cariñoso y muy respetuoso con sus artistas, digan lo que digan. Él es la caña y sabía entender si tú estabas preparado para hacer ciertas cosas o no. Era maravillosa la pureza del canto de Mozart con esa fuerza escénica y esa demacración incluso física, pues estabas completamente destruida en el escenario.

¿Crees que el público de la ópera en general  está preparado para propuestas escénicas innovadoras?

Pues hay quien sí y hay quien no. Hay de todo como en la vida misma.

¿Hay mucho purismo en el mundo de la ópera?

Sí, claro. Que las cosas tienen que ser de una determinada manera, pero eso no es así. Siempre digo que yo puedo salir vestida de época pero mi interpretación es moderna. No voy a quedarme como una estatua emitiendo sonidos. Eso no soy yo. Es cierto que hay cosas que efectivamente están fuera de madre porque cambian el sentido de la dramaturgia. Al fin y al cabo siempre hablamos de amor, venganza… siempre son las mismas emociones con caras distintas.

Albert Boadella acaba de estrenar la obra El pimiento Verdi según confiesa basada en que el público de la ópera puede dividirse entre seguidores de Wagner y seguidores de Verdi.  Si tuvieras que definirte con uno ellos, ¿cuál sería?

Wagner no lo he tocado nunca. Yo creo que soy más de Verdi.

Puedes escoger otro.

Sí, iba a decir Strauss o Janáček. Podíamos hablar de esa dicotomía en el siglo XIX pero no en el XXI.  Además son incomparables. Wagner expresaba las cosas de una manera casi eterna, de cuatro o cinco horas, mientras que Verdi era más concreto, más sabio. Wagner escribió cosas sublimes y Verdi era escueto y pulsante.

Yo te veo más Verdi

Sí, creo que sí. Incluso Janáček con su potencia e intensidad, lo cual es muy emocionante.

Igual que te veo muy Verdi también te veo muy siglo veinte.

Sí, estoy en un momento muy interesante. No empiezo de nuevo pero casi  porque me estoy enfocando en el siglo veinte, con algún Puccini, pero me tiran mucho Strauss, Janáček…  Vocalmente no tengo que pensar. ¡Ya he pensado mucho en veinte años!

¿Eso significa que lo tienes todo resuelto?

¿Cómo lo voy a tener todo resuelto? ¡De ser así estaría llena de arrugas! No, no lo tengo todo resuelto pero siento que ya no tengo nada que perder.

¿Ni siquiera el tiempo?

El tiempo no existe, es una medida de cambio. De vida y de moneda.

¿Y cómo ves la muerte?

Es una transformación dolorosa. Ahora se habla mucho de la física cuántica y la materia cuántica pero realmente lo que nos queda es el afecto, el amor. Y cuando se nos va un ser querido nos queda el dolor de la pérdida pero para él es una transformación y va a otra existencia, otra forma.

¿En el amor somos como Ícaro hacia el sol y siempre se nos derriten las alas para caernos?

Si se derriten es porque no son de verdad. Pues no sería un amor auténtico [ríe]. Pero cuando vas directo no se te quema nada, al contrario.

¿Crees mucho en el amor?

Sí, creo mucho en el amor. Es una fuerza generativa y regenerativa, como la muerte. Es un feedback constante: arriba y abajo, arriba y abajo.

Retomando el tema de la muerte, recientemente representaste la obra Dialogues des Carmélites de Poulenc  la cual está basada en la persecución de la Orden de las Carmelitas durante la Revolución Francesa.

Sí, es un hecho auténtico. Los nombres de estas monjas están registrados. Yo interpreto a la segunda priora, que aparece en el segundo acto. Es una mujer realista y simple. Y simpleza no significa estupidez. Aboga por la oración como acto de pureza.

¿Tienes una concepción espiritual de la vida?

No soy religiosa. La religión me interesa  mucho como elemento de estudio. La gente se pega y se incordia por la religión que es una verdadera torre de Babel. Soy espiritual, eso sí, en cuanto a la responsabilidad del ser humano respecto a sus actos. Tienes que buscarte la vida y resolver tus problemas porque estamos muy solos. La espiritualidad de la que hablo es tener una visión amplia de la vida, de lo que te rodea, del hecho de formar parte de ello.

La obra trata la persecución bajo el pretexto de la liberación.

Se trata de un acto de poder. Se destroza y se tortura porque se posee la fuerza. La religión también ha sido sustento de poder y manipulación. Emilia Marty, de mi última obra Makropulos, en la obra original de teatro dice: “Para unos el amor es la fuerza de la vida, para otros la riqueza, para otros el poder”.

Y crees que el motor principal en la actualidad es…

La ignorancia. Hay mucha ignorancia y de un atrevimiento tremendo. Y muchas personas en sitios equivocados, en puestos de importancia. Pero hay otra cara de esta moneda: una gran corriente de espiritualidad y de personas que luchan por lo contrario. Esto es muy importante: como un extremo crea la respuesta contraria.

¿Crees mucho en el cambio?

Hay una gran convulsión hoy en día y va a ir a más.

¿Te sientes una persona liberada?

Me siento a gusto conmigo misma, quizás sí que hay un punto de liberación.

¿Y eso se nota en tu trabajo?

Sí, también a la hora de arriesgar en el trabajo y de trabajar menos para vivir un poquito también.  El año pasado necesitaba parar y ahora estoy en un nuevo proyecto que veremos cómo sale. Lo fuerte va a venir en septiembre y octubre. Será un año muy intenso.

¿Y toda esta intensidad te va a traer por Barcelona?

No.[Ríe]

¿Hay ganas de volver?

Ganas sí. Con el público catalán me siento feliz desde que debuté en el 2001 con la obra Cleopatra con un contacto químico buenísimo. Me conocen y me quieren mucho. El Liceu está pasando por unos momentos especiales y está luchando  por solucionarlos. Yo creo que va a ser así. La situación es tremenda y por eso hay que ser más creativo que nunca. Los artistas tienen mucho que decir.

Y para acabar, ¿podrías explicarnos un sueño?

Hace poco tuve un sueño que es una imagen. Quería estar en medio de un campo de almendros en flor, solamente eso. 


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Una entrevista de Juan Carlos Romero
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Foto de William Corró. © 2013 William Corró
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